Tuesday, March 13, 2007

interfuse pulse



“Yo soy(un) otro”, dice Rimbaud, acaso atravesando la nube de electrones para tocar el diamante de “africadentro” y trocarse en el diamante en la pulsión del cuello del antivampiro. El deseo es el deseo del otro, aqui nace el misterio, y, en su mirada, la pregunta del ser, la pregunta del sentido trascendente, transfundido. Si no la transparencia llevada al extásis de la comunicación y la promiscuidad, sí la translucidez de pensarse improbablemente desde el baul de tesoros de la mente del otro. Pensarme a mí dentro de ti, como en las películas de ciencia ficción donde se conectan dos o mas cerebros y uno se puede sumir arqueológicamente en la profundidad del otro para contemplarse desde los rescoldos de la mente ajena: acaso como en el desdoblamiento astral donde el soñador se contempla dormido, desde fuera, pero se piensa desde dentro, dentro del otro, un otro ansiado, obscuro objeto del deseo iluminado por la transubstación, cuando el espejo deja su estado inerte para encender la inercia de sed de ser en los entes y entender la unidad múltiple. Porque es posible y sensible llevar el enunciado de Rimbaud a un exceso metafísico -si acaso, en un principio, simple reconocimiento, significado proyectado y necesidad terrestre-; sucede un salto de posibilidad hacia el acontecimiento del infinien la caja de fusibles.

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